Últimamente, con esto de que se acerca la Navidad me estan llegando muchos mensajes, a través de diferentes medios, acerca de la miseria en que está sumida mucha población. Eso si, de puertas para afuera, que en España todo es idílico.
Entre otras, me llego un mail de una chavala de la que hacía mucho no sabía nada, en el que decía a toda su lista de contactos que había estado de cooperante un mes en Brasil, o misionera que su ámbito es más bien evangelizador, y que había visto allí lo que es la miseria y que mandasemos todos dinero para hacer algo por aquella pobre gente. Y eso está muy bien, gastarte casi 2000 euros en ver durante 27 días que hay gente que lo pasa mal, y de camino visitar las principales ciudades del lugar, para volverte a tu casa de ciudad, con tu mercedes en el garaje y tu chalet de los fines de semana, te da una conciencia muy veraz y única de que es miseria. Los demás no tienen ni idea, y ella, salvadora del mundo ahora conoce la realidad de esta.
Eso está muy bien, independientemente de lo que haya podido hacer por esa pobre gente, con el simple hecho de que tome conciencia de que el mundo no es tan bonito como lo que vivimos nosotros, merece la pena ese viaje, que al fin y al cabo fue de turismo, porque poco se puede hacer en un mes, descontando viaje, aclimatación y salvar barreras de lengua y cultura, pero por poco que pudiera hacer, algo hizo, y sobre todo aquel viaje algo hizo en ella, que esperemos no caiga en el olvido demasiado pronto...
Pero no hace falta hacer un viaje de esa envergadura para ver miseria, y no solo miseria económica, pobreza, si no también miseria humana, la degeneración y decadencia de la persona. Aquí en nuestra España de primer mundo también lo tenemos, solo que lo tenemos escondidito, que a nadie le gusta cruzarse con esa realidad en su día a día, y sobre todo, esa realidad, si no se escondiese, espantaría el comercio, el turismo y las inversiones. Porque a nadie le gusta poner un restaurante en una favela, tampoco le gusta ponerlo en medio de un poblado chabolista desconocido para el mundo como uno de los 20 que en El Ejido hay, o en cualquier otra provincia. Esos poblados, sencillamente es mejor que no existan, al menos en nuestra realidad y conciencia. Aquí todo es bonito, es mucho mejor que para ver miseria haya que coger un vuelo de un día y recorrer miles de kilómetros. Así podremos decir bien orgullosos, yo se que es la miseria, la he visto (durante unas semanas), pero que eso solo sea un recuerdo vago y no parte de tu realidad. Así nos sentiremos más cómodos, y quizás hasta grandísimas personas que una vez en nuestra vida nos gastamos un pastón en ir echar una ojeada a la otra cara de la vida.
Por eso he decidido que cuando tenga tiempo y ganas pondré alguna historia real, española, que podemos encontrar a tan solo 10 kilómetros de nuestra casa y que pasa desapercibida a nuestros ojos que no quieren mirar, porque no es justo que intentemos arreglar el mundo y tengamos nuestra casa hecha un asco, porque no es justo ver gente sumida en la miseria y que sean apartados y olvidados del mundo por encontrarse en un país del primer mundo. Y porque no me parece justo que sus historias y lo que con ellos hicieron caiga en el olvido. Son cosas que puedo ver durante mi jornada laboral, y que cualquiera que esté dispuesto a abandonar su sofá y descubrir esa realidad puede ver, solo hay que tener el valor de enfrentarse a admitir que somos afortunados y que no todo es tan bónito como creemos.
lunes, 19 de diciembre de 2011
miércoles, 9 de noviembre de 2011
Han pasado las dos de la mañana, las lineas de la autovía se suceden una tras otra. La noche está siendo tranquila.
Un cartel azul, con el número 414, te indica que esa es tu salida. La toma y piensas que allí todo está tranquilo a pesar del bullicio, que en ese pequeño caos reina el orden, nadie se atreverá a hacer algún daño mientras todos aquellos camiones circulen por allí.
Es un pequeño polígono industrial, con algunas casa cercanas y el parque de bomberos al fondo, muy tranquilo de día, pero al caer la noche se inunda de camiones pesado, de tres o cuatro ejes, que no dejan de transitar por sus calles. Salen de la autovía y acuden a alguna empresa cercana, cargan, descargan, y se vuelven a ir, silenciosamente, como si nada pasara, pero incesantemente.
Nunca dejará de sorprenderte la cantidad de camiones que transitan esas calles, piensas. Sabes que allí no habrá trabajo, a nadie se le ocurriría robar una nave entre ese bullicio, pero es el único lugar en que te sirven café a esas horas, y tu cuerpo te pide uno, así que tomas esa salida de la autovía, la 414, casi el final de tu demarcación.
Al final de la salida , como no podría ser de otro modo hay una rotonda, y tras esta, la autovía otra vez, todas las carreteras son iguales. Esperas a que un camión te deje hueco y entras en la rotonda, esperando que la emisora esté callada y puedas tomar ese café; pero es entonces cuando tus faros iluminan algo, lejos, en el carril de incorporacióna la autovía ves algo en el suelo, parece un animal tendido y te acercas para comprobar que no es una animal, es una persona que está allí tirada, inconsciente y con sangre a su alrededor, pero no ha sido atropellada, y eso es algo increible en un lugar en que no dejan de pasar camión tras camión entre la oscuridad.
Tu mente se olvida del café, tu cuerpo no lo necesita, está ahora más activo de lo que hayas sentido antes; no te das cuenta, no lo piensas, pero empiezas a actuar todo sucede rápido, parece una función ya ensayada, pero lo cierto es que nada estaba previsto, nadie ha dicho una palabra, pero todo el mundo está en su sitio.
Cuando quieres darte cuenta el escenario está iluminado por una luz azul que gira rápidamente, tiñendolo todo de su color. Tu compañero espera junto a esa persona, que no tendrá más de 35 años, del este debe de ser y que aunque esté inconsciente, afortunadamente respira.
No te has dado cuenta de como ha pasado nada, pero allí estas, un chaleco amarillo en tu pecho, una linterna y esas luces azuules dicen a todo el que pasa, cuidado, la guardia civil está aquí, id despacio, y así poco a poco vas apartando todos esos camiones que no dejan de pasar de aquella pobre mujer, preguntandote como no le ha pasado uno de ellos por encima.
Tu luz se balancea, obligando a esos enormes trastos a frenar, a pasar lento, hasta que finalmente unas luces naranjas asoman al fondo, haces unas indicaciones y tras unos segundos una ambulancia se lleva a aquella mujer.
Solo han pasado unos minutos, quizás diez, y todo está como antes, como si nada hubiese pasado, no queda resto alguno, ese trozo de carretera sigue ahí, iluminado por la farola de siempre, pisado por los camiones que no dejan de pasar, uno tras otro, ignorantes de que allí hubo una mujer tendida, ignorante ella de que pudo haber muerto aquella noche, y tu sonries mientras levantas tu taza de café sabiendo que ella está a salvo en alguna cama del hospital, sonries sabiendo que ella nunca sabrá quienes fueron esos hombres y aquella mujer que evitaron que nada malo le pasara, y te gusta que sea así.
Apuras ese café y vuelves a tu coche a seguir recorriendo esas calles, esos caminos, esos invernaderos, porque aún queda mucha noche
Un cartel azul, con el número 414, te indica que esa es tu salida. La toma y piensas que allí todo está tranquilo a pesar del bullicio, que en ese pequeño caos reina el orden, nadie se atreverá a hacer algún daño mientras todos aquellos camiones circulen por allí.
Es un pequeño polígono industrial, con algunas casa cercanas y el parque de bomberos al fondo, muy tranquilo de día, pero al caer la noche se inunda de camiones pesado, de tres o cuatro ejes, que no dejan de transitar por sus calles. Salen de la autovía y acuden a alguna empresa cercana, cargan, descargan, y se vuelven a ir, silenciosamente, como si nada pasara, pero incesantemente.
Nunca dejará de sorprenderte la cantidad de camiones que transitan esas calles, piensas. Sabes que allí no habrá trabajo, a nadie se le ocurriría robar una nave entre ese bullicio, pero es el único lugar en que te sirven café a esas horas, y tu cuerpo te pide uno, así que tomas esa salida de la autovía, la 414, casi el final de tu demarcación.
Al final de la salida , como no podría ser de otro modo hay una rotonda, y tras esta, la autovía otra vez, todas las carreteras son iguales. Esperas a que un camión te deje hueco y entras en la rotonda, esperando que la emisora esté callada y puedas tomar ese café; pero es entonces cuando tus faros iluminan algo, lejos, en el carril de incorporacióna la autovía ves algo en el suelo, parece un animal tendido y te acercas para comprobar que no es una animal, es una persona que está allí tirada, inconsciente y con sangre a su alrededor, pero no ha sido atropellada, y eso es algo increible en un lugar en que no dejan de pasar camión tras camión entre la oscuridad.
Tu mente se olvida del café, tu cuerpo no lo necesita, está ahora más activo de lo que hayas sentido antes; no te das cuenta, no lo piensas, pero empiezas a actuar todo sucede rápido, parece una función ya ensayada, pero lo cierto es que nada estaba previsto, nadie ha dicho una palabra, pero todo el mundo está en su sitio.
Cuando quieres darte cuenta el escenario está iluminado por una luz azul que gira rápidamente, tiñendolo todo de su color. Tu compañero espera junto a esa persona, que no tendrá más de 35 años, del este debe de ser y que aunque esté inconsciente, afortunadamente respira.
No te has dado cuenta de como ha pasado nada, pero allí estas, un chaleco amarillo en tu pecho, una linterna y esas luces azuules dicen a todo el que pasa, cuidado, la guardia civil está aquí, id despacio, y así poco a poco vas apartando todos esos camiones que no dejan de pasar de aquella pobre mujer, preguntandote como no le ha pasado uno de ellos por encima.
Tu luz se balancea, obligando a esos enormes trastos a frenar, a pasar lento, hasta que finalmente unas luces naranjas asoman al fondo, haces unas indicaciones y tras unos segundos una ambulancia se lleva a aquella mujer.
Solo han pasado unos minutos, quizás diez, y todo está como antes, como si nada hubiese pasado, no queda resto alguno, ese trozo de carretera sigue ahí, iluminado por la farola de siempre, pisado por los camiones que no dejan de pasar, uno tras otro, ignorantes de que allí hubo una mujer tendida, ignorante ella de que pudo haber muerto aquella noche, y tu sonries mientras levantas tu taza de café sabiendo que ella está a salvo en alguna cama del hospital, sonries sabiendo que ella nunca sabrá quienes fueron esos hombres y aquella mujer que evitaron que nada malo le pasara, y te gusta que sea así.
Apuras ese café y vuelves a tu coche a seguir recorriendo esas calles, esos caminos, esos invernaderos, porque aún queda mucha noche
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miércoles, 17 de agosto de 2011
De la justa legalidad
El trabajo y como diria cantaca de macao una vida de carretera me deja muy poco tiempo para postear, pero no para dejar de pensar, y mi trabajo últimamente me ha ayudado a potenciar esto último... siempre deja que pensar...
Solemos hablar de Justicia, tenemos un ministerio de Justicia, y pensamos que por vivir en un estado de derecho tenemos eso, justicia. Pero lo cierto es que un estado de derecho no implica justicia, simplemente legalidad, y en este país nuestro (el de la pandereta que le llama un viejo amigo) falta precisamente eso, justicia, aunque estamos repletos de legalidad con todo perfectamente estipulado.
Una prueba de ello es la noticia que recoge la edición digital de "EL Norte de castilla" (http://www.elnortedecastilla.es/v/20110803/valladolid/audiencia-condena-seis-meses-20110803.html)
En este caso, según relata el periodico digital, se produce una discusión en un domicilio en la que un hombre golpea en la cara a su mujer y esta apuñala al mismo.
Vale que la violencia de género es un problema en este país, lógico que se proteja a las víctimas de este fenómeno, hasta ahí todo es justo.
Pero ambos forman parte de la discusión, ambos del episodio violento, ambos se agreden y lesionan, ¿No es justo que la pena sea proporcional, o al menos coherente, con las lesiones producidas?.
No, en España eso no es lo justo, por que en España lo justo es lo legal, la ética... fuera de la instituciones. ¿Que importa? La violencia de género es un fenómeno de impacto social, una mina de votos si se gestiona bien.
Así el hombre que es sometido, humillado, vejado y agredido por una mujer tiene una protección muy inferior a la mujer que recibe ese mismo trato. Vale, el número de hombres víctima es muy inferior, peeeeero esos poquitos hombres, ¿Son inferiores a la mujeres víctima? ¿Tienen menos derechos?, pues si, por que ante los mismos hechos, reciben una protección inferior. Son minoria, no dan votos.
¿Y si ambos se agreden mutuamente? ¿Si es una riña como la que pueda tener con mi vecino? La mujer gana, goza de mayor protección, aunque el motivo no sea imponer la superioridad de uno sobre otro, ella tiene mayor respaldo jurídico.
Así en la disputa referida en el periodico digital el hombre sale penado con 9 meses de prisión por, según los hechos probados, darle dos bofetadas a su pareja sin causa lesión.
En cambio la mujer resulta penada por causar lesiones en su pareja por apuñalamiento con 6 meses de prisión.
¿Justo? Para mi no lo es, no que por el simple hecho de pertenecer a un género y otro tenga unos beneficios o perjuicios jurídicos, para mi hombre y mujer son iguales, y en teoria según la constitución lo son, por eso ante hechos iguales, a mi entender, deberían ponerse penas iguales...
¿Justo? Legal desde luego si.
Para mi lo único justo que se ha establecido en el auto de la sala es la prohibición mutua de acercarse a 1oo metros del otro.
Y en este caso eso de la legítima defensa no me vale, el juez no la ha admitido, simplemente fue una pelea más, pero en vez de en la calle en el domicilio, ambos se atacaron, no hubo defensa, y por ello ella también es penada.
Solemos hablar de Justicia, tenemos un ministerio de Justicia, y pensamos que por vivir en un estado de derecho tenemos eso, justicia. Pero lo cierto es que un estado de derecho no implica justicia, simplemente legalidad, y en este país nuestro (el de la pandereta que le llama un viejo amigo) falta precisamente eso, justicia, aunque estamos repletos de legalidad con todo perfectamente estipulado.
Una prueba de ello es la noticia que recoge la edición digital de "EL Norte de castilla" (http://www.elnortedecastilla.es/v/20110803/valladolid/audiencia-condena-seis-meses-20110803.html)
En este caso, según relata el periodico digital, se produce una discusión en un domicilio en la que un hombre golpea en la cara a su mujer y esta apuñala al mismo.
Vale que la violencia de género es un problema en este país, lógico que se proteja a las víctimas de este fenómeno, hasta ahí todo es justo.
Pero ambos forman parte de la discusión, ambos del episodio violento, ambos se agreden y lesionan, ¿No es justo que la pena sea proporcional, o al menos coherente, con las lesiones producidas?.
No, en España eso no es lo justo, por que en España lo justo es lo legal, la ética... fuera de la instituciones. ¿Que importa? La violencia de género es un fenómeno de impacto social, una mina de votos si se gestiona bien.
Así el hombre que es sometido, humillado, vejado y agredido por una mujer tiene una protección muy inferior a la mujer que recibe ese mismo trato. Vale, el número de hombres víctima es muy inferior, peeeeero esos poquitos hombres, ¿Son inferiores a la mujeres víctima? ¿Tienen menos derechos?, pues si, por que ante los mismos hechos, reciben una protección inferior. Son minoria, no dan votos.
¿Y si ambos se agreden mutuamente? ¿Si es una riña como la que pueda tener con mi vecino? La mujer gana, goza de mayor protección, aunque el motivo no sea imponer la superioridad de uno sobre otro, ella tiene mayor respaldo jurídico.
Así en la disputa referida en el periodico digital el hombre sale penado con 9 meses de prisión por, según los hechos probados, darle dos bofetadas a su pareja sin causa lesión.
En cambio la mujer resulta penada por causar lesiones en su pareja por apuñalamiento con 6 meses de prisión.
¿Justo? Para mi no lo es, no que por el simple hecho de pertenecer a un género y otro tenga unos beneficios o perjuicios jurídicos, para mi hombre y mujer son iguales, y en teoria según la constitución lo son, por eso ante hechos iguales, a mi entender, deberían ponerse penas iguales...
¿Justo? Legal desde luego si.
Para mi lo único justo que se ha establecido en el auto de la sala es la prohibición mutua de acercarse a 1oo metros del otro.
Y en este caso eso de la legítima defensa no me vale, el juez no la ha admitido, simplemente fue una pelea más, pero en vez de en la calle en el domicilio, ambos se atacaron, no hubo defensa, y por ello ella también es penada.
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domingo, 2 de enero de 2011
Lo especial de lo cotidiano
Hay veces que nos empeñamos en vivir otra vida, o más bien, de quejarnos de la que llevamos, la que hacemos. Veces en que la rutina nos nubla y apaga. Momentos en que necesitamos cambios, aire fresco y un poco de ilusión. Detrás de todos esos sentimientos, lo que nos falta es ilusión.
Hacemos las cosas automáticamente, todo etá programado y ya ni vivimos esas viejas rutinas. Creemos saber que sucede, y lo sabemos en grandes rasgos, pero nos olvidamos de lo pequeño, de los detalles.
Deseamos grandes cosas, importantes cambios, en muchos casos drásticos, queremos apagar una monotonía que nosotros mismo creamos. ¡Todos los días igual!, que gran mentira que nos creemos a pies juntillas.
No hya dos días iguales, ni dos momentos, por rutinarios que sean, que se repitan. Pueden parecerlo, pero si nos fijamos en los matices, en los detalles, en los intantes y momentos no lo son para nada.
Cada uno de ellos, aunque a grandes rasgos sean lo mismo, nos ofrece múltiples opciones, múltiples detalles; y sobre todo los podemos encarar como nos de la gana. Podemos llorar o sonreir, eso nunca cambiará nada, solo nuestro ánimo y como vemos la vida. Vida que con una pizca de ilusión se ve de otra manera, y hasta lo más cotidiano se hace especial, porque todo es especial si tu lo haces así. No hay recetas, no hay trucos, ni grandes metas. La gran meta, el gran secreto es vivir cada día como si fuese el primero, saboreando cada detalle, cada instante.
Solo hay que coger esa vieja monotonía y estrujarla, sin desviarnos del camino que nosotros mismos nos trazamos la rutina explota y se torna un derroche de instantes diferentes que vivir. Instantes que nunca se repiten.
Mirar la vida con otros ojos, jugar con ella y jamás tener miedo a vivirlahaciendo que cada día será diferente al anterior, eso es una sensación increible; la gran habilidad que debemos recuperar de nuestra niñez, la gran magia de su felicidad y el encanto de su inocencia, siempre dispuestos a descubrir algo nuevo, siempre dispuestos a vivir cuanto la vida les ofrece.
Hacemos las cosas automáticamente, todo etá programado y ya ni vivimos esas viejas rutinas. Creemos saber que sucede, y lo sabemos en grandes rasgos, pero nos olvidamos de lo pequeño, de los detalles.
Deseamos grandes cosas, importantes cambios, en muchos casos drásticos, queremos apagar una monotonía que nosotros mismo creamos. ¡Todos los días igual!, que gran mentira que nos creemos a pies juntillas.
No hya dos días iguales, ni dos momentos, por rutinarios que sean, que se repitan. Pueden parecerlo, pero si nos fijamos en los matices, en los detalles, en los intantes y momentos no lo son para nada.
Cada uno de ellos, aunque a grandes rasgos sean lo mismo, nos ofrece múltiples opciones, múltiples detalles; y sobre todo los podemos encarar como nos de la gana. Podemos llorar o sonreir, eso nunca cambiará nada, solo nuestro ánimo y como vemos la vida. Vida que con una pizca de ilusión se ve de otra manera, y hasta lo más cotidiano se hace especial, porque todo es especial si tu lo haces así. No hay recetas, no hay trucos, ni grandes metas. La gran meta, el gran secreto es vivir cada día como si fuese el primero, saboreando cada detalle, cada instante.
Solo hay que coger esa vieja monotonía y estrujarla, sin desviarnos del camino que nosotros mismos nos trazamos la rutina explota y se torna un derroche de instantes diferentes que vivir. Instantes que nunca se repiten.
Mirar la vida con otros ojos, jugar con ella y jamás tener miedo a vivirlahaciendo que cada día será diferente al anterior, eso es una sensación increible; la gran habilidad que debemos recuperar de nuestra niñez, la gran magia de su felicidad y el encanto de su inocencia, siempre dispuestos a descubrir algo nuevo, siempre dispuestos a vivir cuanto la vida les ofrece.
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