Han pasado las dos de la mañana, las lineas de la autovía se suceden una tras otra. La noche está siendo tranquila.
Un cartel azul, con el número 414, te indica que esa es tu salida. La toma y piensas que allí todo está tranquilo a pesar del bullicio, que en ese pequeño caos reina el orden, nadie se atreverá a hacer algún daño mientras todos aquellos camiones circulen por allí.
Es un pequeño polígono industrial, con algunas casa cercanas y el parque de bomberos al fondo, muy tranquilo de día, pero al caer la noche se inunda de camiones pesado, de tres o cuatro ejes, que no dejan de transitar por sus calles. Salen de la autovía y acuden a alguna empresa cercana, cargan, descargan, y se vuelven a ir, silenciosamente, como si nada pasara, pero incesantemente.
Nunca dejará de sorprenderte la cantidad de camiones que transitan esas calles, piensas. Sabes que allí no habrá trabajo, a nadie se le ocurriría robar una nave entre ese bullicio, pero es el único lugar en que te sirven café a esas horas, y tu cuerpo te pide uno, así que tomas esa salida de la autovía, la 414, casi el final de tu demarcación.
Al final de la salida , como no podría ser de otro modo hay una rotonda, y tras esta, la autovía otra vez, todas las carreteras son iguales. Esperas a que un camión te deje hueco y entras en la rotonda, esperando que la emisora esté callada y puedas tomar ese café; pero es entonces cuando tus faros iluminan algo, lejos, en el carril de incorporacióna la autovía ves algo en el suelo, parece un animal tendido y te acercas para comprobar que no es una animal, es una persona que está allí tirada, inconsciente y con sangre a su alrededor, pero no ha sido atropellada, y eso es algo increible en un lugar en que no dejan de pasar camión tras camión entre la oscuridad.
Tu mente se olvida del café, tu cuerpo no lo necesita, está ahora más activo de lo que hayas sentido antes; no te das cuenta, no lo piensas, pero empiezas a actuar todo sucede rápido, parece una función ya ensayada, pero lo cierto es que nada estaba previsto, nadie ha dicho una palabra, pero todo el mundo está en su sitio.
Cuando quieres darte cuenta el escenario está iluminado por una luz azul que gira rápidamente, tiñendolo todo de su color. Tu compañero espera junto a esa persona, que no tendrá más de 35 años, del este debe de ser y que aunque esté inconsciente, afortunadamente respira.
No te has dado cuenta de como ha pasado nada, pero allí estas, un chaleco amarillo en tu pecho, una linterna y esas luces azuules dicen a todo el que pasa, cuidado, la guardia civil está aquí, id despacio, y así poco a poco vas apartando todos esos camiones que no dejan de pasar de aquella pobre mujer, preguntandote como no le ha pasado uno de ellos por encima.
Tu luz se balancea, obligando a esos enormes trastos a frenar, a pasar lento, hasta que finalmente unas luces naranjas asoman al fondo, haces unas indicaciones y tras unos segundos una ambulancia se lleva a aquella mujer.
Solo han pasado unos minutos, quizás diez, y todo está como antes, como si nada hubiese pasado, no queda resto alguno, ese trozo de carretera sigue ahí, iluminado por la farola de siempre, pisado por los camiones que no dejan de pasar, uno tras otro, ignorantes de que allí hubo una mujer tendida, ignorante ella de que pudo haber muerto aquella noche, y tu sonries mientras levantas tu taza de café sabiendo que ella está a salvo en alguna cama del hospital, sonries sabiendo que ella nunca sabrá quienes fueron esos hombres y aquella mujer que evitaron que nada malo le pasara, y te gusta que sea así.
Apuras ese café y vuelves a tu coche a seguir recorriendo esas calles, esos caminos, esos invernaderos, porque aún queda mucha noche

Vaya! Me dan ganas de cambiarme de "uniforme". Un besote y gracias por escribir esas cosas
ResponderEliminar